viernes, septiembre 01, 2006

El viaje más simbólico del Aquiles y reflexiones de Patricio Hales ante su encuentro con el Comandante en Jefe de la Armada

Fuente: Diario La Tercera, edición del 16 de abril del 2006.

El almirante Rodolfo Codina invitó a ex presos políticos a navegar por los mares del sur. Durante un crucero de tres días por la XI Región personeros como la subsecretaria de Salud, Lidia Amarales, y el diputado Patricio Hales, detenidos y torturados durante el régimen militar, compartieron con los efectivos de la Marina. En el viaje también participaron representantes del mundo político y empresarial. La iniciativa fue del comandante en jefe, quien -desde que asumió el cargo- ha dado prioridad al tema de los DD.HH. aunque en un estilo muy diferente al que impuso Cheyre en el Ejército.


La noche del viernes 31 de marzo el buque Aquiles de la Armada surcaba los gélidos canales que separan la laguna San Rafael de Puerto Chacabuco en la XI Región. Pero el ambiente era cálido en el salón principal de la embarcación cuando el almirante Rodolfo Codina alzó su copa y pronunció el discurso que hizo llorar a varios de los presentes. "Nos acompañan hoy ciudadanos de nuestro país que vivieron la dolorosa experiencia derivada de un pasado que nos dividió y enfrentó en forma irracional, dejando huellas de las cuales no podemos sentirnos orgullosos y que, de corazón, lamentamos", señaló solemne el comandante en jefe de la Marina.

Entre los emocionados pasajeros estaba el empresario Oscar Guillermo Garretón, quien enfrentó la prisión y el exilió tras ser acusado de sedición por la Armada en 1973; la subsecretaria de Salud, Lidia Amarales, y el diputado Patricio Hales, quienes sufrieron detención y tortura durante el régimen militar; y la diputada Carolina Tohá, cuyo padre, José Tohá, murió en 1974, tras pasar por el centro de reclusión que la Marina tenía en Isla Dawson.

Los selectos invitados culminaban así un crucero de tres días por los mares del sur, donde pudieron compartir distendidamente con los uniformados de la tripulación. Fue el discreto pero significativo gesto de reparación que preparó el almirante Codina, para quien el tema de los derechos humanos es una de las prioridades de su mandato.

Actividades a bordo

El almirante (R) y actual senador Jorge Arancibia instauró en 1998 la tradición de realizar a fines de marzo un viaje en el Aquiles con personeros del mundo político y empresarial. El claro objetivo era que el buque sirviera de plataforma informal para hacer llegar las inquietudes de la Armada a las más altas autoridades.

En los ocho viajes que se han realizado hasta la fecha (el 2003 no se efectuó debido a la guerra en Irak), el itinerario siempre es el mismo: los invitados se embarcan en Puerto Montt, viajan a Puyuhuapi -donde disfrutan de las termas del lugar- y conocen el ventisquero San Rafael para luego regresar a Chacabuco.

Este año entre los pasajeros estaban el presidente de la Corte Suprema, Enrique Tapia; el ministro de Educación, Martín Zilic; el presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio, Hernán Somerville; el presidente de la Asociación de Exportadores, Ronald Bown; el senador PS Jaime Naranjo; el diputado UDI Rodrigo Alvarez y el empresario RN, Daniel Platovsky, entre otros.

Todos, con sus respectivos cónyuges, debieron escuchar al inicio del viaje una detallada exposición del almirante sobre las tareas nacionales e internacionales que realiza la Armada. Oír la disertación fue "el costo del pasaje", según bromeó Codina con sus invitados.

Pero luego hubo espacio para el esparcimiento y recorrer el buque, que con sus 103 metros de largo es uno de los más grandes construidos en los astilleros chilenos de Asmar.

Codina y su esposa, Gloria Macchiavello, actuaron de anfitriones. "El almirante rompe los esquemas de un comandante en jefe porque permite tutearlo. Yo le decía 'Rodolfo'. Además se pueden conversar temas más políticos", dice Naranjo.

Fue precisamente eso lo que hizo Codina en su primer almuerzo junto a Hales y la subsecretaria Amarales. El oficial entró de lleno en los temas de DD.HH. y los personeros relataron sus experiencias durante el régimen militar.

Según Amarales "se creó un ambiente muy especial. El almirante comenzó a hablar de la reconciliación y eso se convirtió en el tema del viaje. Hasta los empresarios se fueron sumando a la conversación. Todos, salvo los parlamentarios de derecha, que sentí que el tema les pasaba por el lado".

Aunque la primera noche no hubo actividades, para evitar que los invitados se marearan al cruzar el Golfo del Corcovado, en la segunda se realizó una "hamburguesada" y un bingo. El premio mayor -una pintura que luego donó a un hogar de beneficencia- se lo llevó el obispo castrense, Juan Barros, pese a que minutos antes se quejaba de su mala suerte.

No faltaron las guitarras y Oscar Guillermo Garretón tocó un repertorio de boleros y rancheras, entre ellas "se me acabó la fuerza de la mano izquierda", tema que le pidió especialmente el diputado Hales. Otro cantante fue el esposo de Lidia Amarales, Eric Román, quien inventó unas décimas sobre el viaje que Codina imprimió y repartió entre la tripulación.

La tercera y última noche realizaron un baile donde, según quienes participaron, la estrella fue la subsecretaria de Marina, Carolina Echeverría, quien durante el viaje logró estrechar buenos lazos con la Armada y sostuvo varias conversaciones con el comandante en jefe. La subsecretaria, además, mostró ser una buena nadadora en las termas de Puyuhuapi, donde la mayoría aprovechó los beneficios del exclusivo Spa del lugar.

Para Hales, lo más significativo fue la visita a los hielos milenarios de San Rafael. "Yo soy el número 1.076 en el listado del Informe Valech sobre prisión política y tortura. Pero cuando estaba junto a los marinos frente a la inmensidad del glaciar sentí que no había cabida para pequeñeces ni rencores".

Amarales resume la experiencia: "Fueron tres días de sanación para nosotros, pero también para la Armada".

Al término de la travesía Garretón agradeció la invitación con un improvisado discurso donde recordó que desde hace 35 años no subía a un barco de la Marina. "Hablo sin la menor intención de cobrar cuenta alguna, porque soy un convencido que la responsabilidad por lo ocurrido es compartida por vencedores y vencidos".

Los otros cruceros

El secretario general de la Armada, contraalmirante Cristián Millar, es el encargado de organizar cada año la travesía en el Aquiles y afinar la lista de invitados. Según explica, cada viaje está diseñado según un objetivo específico.

Y así como en esta ocasión el crucero estaba enfocado en enfrentar las divisiones del pasado, en el 2004, cuando participaron los entonces ministros José Miguel Insulza y Nicolás Eyzaguirre, la temática fue la renovación de buques de la escuadra, proyecto que aún no se concretaba.

Uno de los viajes más recordados por la Marina es el del 2000, en que participó el poeta Raúl Zurita, quien se reencontró con la Armada tras haber estado detenido en 1973 en el carguero Maipo.

También fue significativo el del año 2002, con Michelle Bachelet como nueva ministra de Defensa. Entonces, la actual Presidenta fue la única de los invitados que se animó a subirse a un bote Zodiac para ver de cerca los ventisqueros, pese a que el mar estaba agitado por el mal tiempo. En ese viaje, Bachelet pudo codearse con representantes del mundo empresarial, como Juan Claro.

El 2005, el primer viaje de Jaime Ravinet como ministro de Defensa, fue accidentado. El Aquiles tocó fondo en una roca, lo que dañó el casco y las autoridades debieron ser evacuadas. Meses después un sumario determinó sanciones para el comandante del buque.

Millar aclara que "no se trata de un viaje de turismo, sino de transmitir directamente a las autoridades lo que es la labor de la Armada. Ojalá los 15 millones de chilenos pudieran hacer este viaje".

El estilo Codina

En la Armada reconocen que la institución proyecta una imagen de mayor "retraso" en materia de DD.HH. respecto a la que logró el Ejército bajo el mandato del general (R) Juan Emilio Cheyre.

Pero el almirante Rodolfo Codina ha dado numerosos pasos para intentar revertir la situación. De hecho, sólo una semana después de asumir el cargo, se reunió en forma reservada con Patricia Woodward, hermana del sacerdote Miguel Woodward, quien murió tras recibir torturas, presuntamente en el buque Esmeralda. Y hace pocos días, la institución entregó a la justicia la bitácora que registra el ingreso del sacerdote a la embarcación.

En agosto, Codina se reunió con dirigentes del Partido Comunista de la XII Región para devolverles una sede expropiada al partido tras el golpe de Estado. Por esas fechas, también recibió en el edificio de calle Zenteno a dos víctimas de torturas a bordo del Esmeralda, para avanzar en el acto de reparación que la Armada pretende realizar a bordo de la nave.

Aunque el objetivo es el mismo, los estilos de Codina y Cheyre tienen claras diferencias. El almirante trabaja con la máxima reserva y privilegia los encuentros y conversaciones cara a cara, tal como lo hizo en el Aquiles. La apuesta del general (R), en cambio, fue difundir ampliamente su política de DD.HH. por los medios de comunicación, realizando seminarios masivos y publicando columnas en los diarios.

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A continuación:
REFLEXIONES DEL PRESIDENTE DE LA COMISIÓN DE DEFENSA NACIONAL ACERCA DE SU ENCUENTRO CON EL COMANDANTE EN JEFE DE LA ARMADA.

Fuente: CÁMARA DE DIPUTADOS, LEGISLATURA 354ª, Sesión 8ª, en martes 4 de abril de 2006 (Ordinaria, de 11.07 a 15.23 horas).

El señor PÉREZ (Vicepresidente).- En el tiempo del Partido por la Democracia, tiene la palabra el diputado señor Patricio Hales.
El señor HALES.- Señor Presidente, hace unos días, en mi calidad de presidente de la Comisión de Defensa, fui invitado por el comandante en jefe de la Armada a un encuentro con la Armada en el buque Aquiles.
Participé en esa reunión cuyos objetivos eran, en primer lugar, conocer las tareas que cumple la Armada en áreas aisladas y cómo las atienden con el soporte logístico institucional. En segundo lugar, conocer a su propia gente, a sus oficiales, a la gente de mar y, en tercer lugar, conocer la opinión del comandante en jefe, quien en su intervención planteó, entre otros conceptos, la posibilidad de crear vínculos que ayuden a lo que él llama “la construcción de un país más solidario”.
Señor Presidente, pido que se envíe un oficio con mis palabras a la señora Vivianne Blanlot, ministra de Defensa, para que pueda recibirlo, a su vez, la señora Carolina Echeverría, subsecretaria de Marina, quien también participó en ese encuentro, en forma destacada, con sobriedad, calidad y aplicación propias de una funcionaria que comprende la seriedad que significa estar a cargo de esa rama de la defensa.

Pido también que mis palabras también se hagan llegar a los comandantes en jefe de la Fuerza Aérea y del Ejército.
En ese encuentro no sólo aprendí a conocer más a los marinos y a cumplir de mejor manera mi tarea como político, desde la Comisión de Defensa de la Cámara de Diputados. Aquí todos somos representantes ciudadanos y servimos a la Patria desde la tribuna política, y si alguno de nosotros ha cumplido con los deberes militares, ha pasado por las filas de alguna de las ramas -en mi caso, del Ejército, cumpliendo voluntariamente con el deber militar que impone la ley-, más allá de eso, nuestra tarea es la política. Es decir, nuestros mundos son distintos, pero no deberían ser distantes.
Soy parte de una generación de políticos que cometimos múltiples errores en nuestra apreciación sobre las Fuerzas Armadas. El siglo XX fue la época de las distancias. El siglo XIX marcó la creación de las Fuerzas Armadas. Fueron los políticos quienes le dieron origen; la integraron, la fortalecieron y les entregaron los recursos necesarios. Civiles y militares llevaron una relación de construcción de la república. Pero en el siglo XX, junto con los conflictos sociales y la aparición de las distancias entre una oficialidad nueva, de clase media, y una oficialidad marcada por la oligarquía del siglo XIX, se comenzaron a generar los distanciamientos entre políticos y militares.
Insisto en que el siglo XX ha sido el de las distancias: para la Derecha, porque se alejaron aquellos que creían que era un recurso para su propio poder; para la Izquierda, porque muchas veces quiso más bien instrumentalizar a las Fuerzas Armadas al servicio de sus propias ideas. Al final, tanto Izquierda como Derecha sólo generaron desconfianzas hacia las Fuerzas Armadas.

Quiero hacer notar las palabras que pronunció el comandante en jefe aquella noche, en el Aquiles, cuando terminábamos la jornada de encuentro: “Es tiempo de consolidar una amistad cívica. No es suficiente que hayamos avanzado en la relación civil-militar. Somos de todos los chilenos y en ello estamos comprometidos”.


Francamente, siento esas palabras como propias, porque me imagino a las Fuerzas Armadas siempre como un recurso de la nación. Incluso, soy capaz de comprender que el hecho de que los militares, durante la dictadura, tomaran la opción política de comprometerse con la Derecha, es una circunstancia histórica que no me induce a juzgar a la totalidad de la institución.
Y por parangonar o hacer una analogía: no porque no me guste un determinado Presidente de la República me deja de gustar el sistema democrático, o no porque no me guste un período de gobierno republicano, me deja de gustar la república.

La necesidad de las Fuerzas Armadas nace con la nación chilena y, hoy, más aún con las tensiones que vivimos, mayor razón para tener fuerzas disuasivas, comprendidas por los políticos como un recurso de todos los chilenos. Si desde la política no supimos entender eso, expreso que volví a aprender con el comandante en jefe de la Armada.

No puedo dejar de recordar con emoción las palabras con que nos recibió a quienes somos parte de la lista de torturados y presos políticos en Chile. En esa lista soy el N° 11.076. Lo tengo marcado en el brazo no para guardar rencor, sino para tener el recuerdo de lo mucho que me equivoqué y del dolor que me infligieron, como una enseñanza, simplemente, para no volver a repetir tragedias que le han hecho mal a Chile.

No le paso cuentas a nadie, y si alguna vez alguien me pidió perdón, lo he perdonado. A los que no me han pedido perdón, no los puedo perdonar, porque hay muchos que todavía no entienden su responsabilidad política y más bien se la han endosado a los militares.

Esa tarde, en el Aquiles, el comandante en jefe de la Armada agregó: “Nos acompañan personalidades y ciudadanos de nuestro país que vivieron la dolorosa experiencia derivada de un pasado del que no podemos sentirnos orgullosos. De corazón, lo lamentamos”. Por ello, estas palabras son de respeto y afecto. Manifestó enseguida: “Valoramos -se lo agradezco- la grandeza y generosidad de haber concurrido a esta invitación y con ello habernos dado la oportunidad histórica de retomar una amistad cívica y emocional de la que sí queremos enorgullecernos. Todos somos parte de un proyecto donde el rencor no tiene cabida”.


Hoy, el ventisquero sigue en el mismo lugar, a pesar de que el planeta Tierra se desheló hace 100 millones de años. Ante ese universo siento mi insignificancia. Si yo soy poco, mucho menos es aún la posibilidad del rencor.

El comandante en jefe de la Armada dijo, además: “Podremos reconstruir los nexos de una sociedad que jamás debió alcanzar distancias y conflictos que llevaron a interrumpir una capacidad de acuerdos y entendimientos nacionales. Tenemos que asegurar un futuro mejor, haciéndonos cargo de nuestro pasado.”


Creo que podemos ser un puente de comprensiones mutuas y capaces de ponernos en el lugar del otro y entender lo que vivimos.


Tenemos un privilegio único. Muchos de los presentes vivimos el tiempo de la Unidad Popular, del Presidente Allende, con todos los errores que cometimos; los tiempos de la dictadura, con los sufrimientos que no nos merecimos, independientemente de nuestros errores, y los de la construcción de la democracia y de la convivencia, en una Sala como ésta, donde cabemos absolutamente todos.

Hace pocos minutos ha habido aquí un homenaje a otro político de ideas completamente distintas. El derecho de cada uno de nosotros a expresarnos aquí nace de la voluntad del soberano, del pueblo que nos elige, y los militares, sin duda, se sentirán orgullosos de ser obedientes al soberano.


Cuando se dice que los militares se supeditan al poder civil no es por el conflicto entre civiles y militares, sino por la idea y la convicción de que obedecer al poder civil es obedecer al soberano, porque fue elegido por el pueblo.

La enseñanza del encuentro con el vapor Aquiles quiero dejarla estampada en las actas del Congreso Nacional.
He dicho.

El señor PÉREZ (Vicepresidente).- Se enviarán los oficios solicitados por su señoría.
(sigue el resto de la Sesión de Sala)...

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