viernes, septiembre 01, 2006

La desconfianza entre políticos y militares

Por Patricio Hales Dib (Agosto del 2006).

El general Óscar Izurieta, el nuevo jefe militar, comenzó su gestión en un escenario diametralmente distinto en la relación entre la política y los militares, ya que es el primer comandante en jefe de dicha institución que podrá ser removido por mandato de la Constitución.
A Izurieta le está correspondiendo poner en acción una nueva etapa de lo iniciado por Cheyre que instaló un cambio en el lenguaje, el esfuerzo cultural, en la apertura, la normalización, el acercamiento a la ciudadanía, y de vínculo directo con el poder del soberano; ese poder que reside en los políticos electos democráticamente .

El nuevo Comandante de Jefe se ha abierto y ha comenzado a contribuir al debate al calor de la democracia. Enfrenta una tarea con nuevo tipo de problemas, dificultades con las que no ha existido experiencia del ejército después de la dictadura. Las exigencias que enfrenta Izurieta también surgen de un clima con más apertura que no depende sólo de su iniciativa, con políticos más exigentes, con un Ejército más en la discusión pública y, por tanto, con una discusión sobre las FFAA más expuesta y más mediática. Ello generará una demanda de atención por parte del comandante en jefe más allá de la costumbre. Parece transformar en la acción y en la práctica las declaraciones de normalidad.

Izurieta tiene un problema delicado ya que en ese escenario va a conducir un Ejército frente a un mundo político con el que continúan mutuas relaciones de desconfianza. Porque entre políticos y militares hay una relación de desconfianza.

La izquierda, la derecha y los militares

La desconfianza se incubó en dos conductas políticas de relación con las fuerzas armadas brotando en el compromiso de estas respecto a cada una.

El primero es de la derecha. Durante el siglo XX la derecha quiso mantener a los militares a su servicio para que le aseguraran el orden social a su gusto .Las creía propias. Por eso no puede superar el desapego que se ha producido con la apertura y esfuerzo de normalización del Ejército. Así fue que le pasaron la cuenta a Cheyre, hostilizándolo hasta el último momento con los casos Antuco y Antártica, juzgando en forma negativa su gestión.

Esta es heredera de la derecha que descubrió en la crisis de 1924 que los militares tenían opinión propia y no estaban para ordenarle sus apetitos de poder. No lo pudo entender Arturo Alessandri cuando irrumpen los oficiales de la clase media enfrentando a una oficialidad oligárquica que taponeaba los ascensos con treinta años de distancia entre un general y un mayor y que logra la aprobación del Código del Trabajo para sorpresa de los políticos al mando.
La otra ha sido la desconfianza con la izquierda, que nació en el siglo XX con esos políticos que despreciaban el valor del patriotismo motejándolo de chauvinismo, que desde la FECH se carteaban con Unamuno cuando querían devolver Tacna y Arica. Esa izquierda que ha mirado a los militares desde los años 20 como representante de valores y doctrinas ajenas a las aspiraciones populares.

La izquierda, salvo excepciones, ha tenido una histórica incomprensión de las Fuerzas Armadas. En el acercamiento hacia ellas siempre estaba latente un intento de manipulación partidista buscando el apoyo armado al proyecto ideológico.

La izquierda, históricamente, no entendió a los militares como un recurso de la nación y ha reducido su misión prejuiciada por las acciones represivas con que los gobiernos mandaban al ejército contra el movimiento social .Finalmente el golpe militar del 1973 hace muy difícil para la izquierda separar el compromiso político circunstancial del Ejército con el golpe, respecto a la misión institucional que es permanente.

Comprometerse con la defensa

Actualmente aumentan los políticos de izquierda cercanos a los temas de la defensa. Se amplía la comprensión de los partidos .No es algo individual.

Lo interesante es que se trata de la misma generación que ha sufrido los atropellos de los militares en dictadura. Son políticos que mantienen su implacabilidad para exigir justicia en derechos humanos respecto del rolo político que los militares asumieron, y a la vez se involucran en un sentido de nación, con un compromiso a fondo con las tareas de la defensa como factor de seguridad para el desarrollo.

Es comprensible que a muchos se les hace difícil procesar su dolor personal como un momento del Ejército y no como su misión . Sin embargo, el escenario de nuestras relaciones internacionales hace más necesario todavía abrir el compromiso democrático-político con la misión de la defensa.

Con mayor responsabilidad en democracia, donde la no deliberación de las Fuerzas Armadas, no es un sometimiento al poder civil sino que tiene que constituir para ellas el orgullo de obedecer el mandato de la autoridad democráticamente elegida por el pueblo. Esa autoridad la eligen todos: civiles y militares.

En este clima nuevo, junto con las dificultades que va a tener Izurieta, se abre una gran oportunidad de construir una política democrática de la defensa, que no sólo puede otorgar transparencia, paz , progreso social, estabilidad política, sino que también seguridad .

1 Comentarios:

A la/s 10:28 a. m., Anonymous Anónimo dijo...

Querido Pato,

felicitaciones por atreverte a bloggear.
Primer paso. El segundo será hacerte federalista.
Recuerda que Freire, un gran General, fue un defensor de formas descentralizadas.
Muy bien, invitarnos a desprejuiciarnos de los militares. En Rancagua, por el Reg. de Aviación Militar, he dialogado con oficiales que han participado en misiones de paz, y tienen visiones complejas y potentes de la seguridad estratégica. Allende lo entendió, cuando dudó llamar a generales al Gabinete en el conflicto. Sé que es controvertible; otros afirman que ello abrió las puertas a la deliberación.

Iremos al seminario. Estamos maduros para mayor transparencia y que el Congreso fije el presupuesto de la Defensa "de todos".
Diputado Esteban Valenzuela Van Treek

Diputado Teo Valenzuela

 

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